martes, 31 de julio de 2007

FIESTA AMAZÓNICA

Para bien o para mal, Iquitos está desde hace algún tiempo en boca de todos; se ven los reportajes sobre mi querida ciudad en los diferentes medios de comunicación, desde los escandalosos partidos de fulbito gay, pasando por los certámenes de belleza en coloridas discotecas de ambiente, hasta el reciente reportaje de PANORAMA sobre el popular grupo EXPLOSIÓN, con los testimonios de los “musicólogos” como los llama el dueño de esta agrupación, pasando por los asistentes a estos conciertos, botella de cerveza en mano, tirando el contenido eufóricamente a diestra y siniestra, cual romana bacanal, mientras sudorosas bailarinas contornean sus voluptuosas figuras ante el “respetable”. Ese es el ambiente festivo de un gran sector de la ciudad, creo que de cualquier ciudad de nuestra amazonía, pero… ¿Dónde quedamos nosotros? ¿Dónde estamos los que, por higiene mental decidimos no escuchar fervorosamente las “culebríticas” “los arbolitos” “perreos chacaloneros” “embrujos” y otros mejunjes musicales? ¿En qué parte de estos reportajes estamos los que, guitarra en mano, hacemos poesía musicalizada, sentimiento de nota disonante, sin descuidar el Do Mayor? Si bien, por economía no nos bañamos literalmente en cerveza, bebemos nuestros traguitos de maracuyá como para afinar la garganta, entrando voluntariamente al dulce sopor que nos provee la bebida, sin llegar a la vulgar borrachera, pues, tanto la lucidez como el comentario oportuno, son requisitos indispensables para trovar en una deliciosa noche de vihuelas, tertulia y, repito, algo de licor. Indudablemente, para aquellos que precisen de unos cigarrillos, bien por ellos y sus respectivos sistemas respiratorios.

No estoy en contra de estos grupos ni de este tipo de música, si bien es cierto alguien tiene que hacer el trabajo sucio, ¿quién no ha bailado alegremente un fin de semana un temita tropical, ya sea en un quinceaños, matrimonio o cuanto evento organiza la junta vecinal, la municipalidad o el partido político al cual uno pertenece? Desde luego que todos, y es que, al fin y al cabo, la cumbia es nuestra por ascendencia histórica; desde el mustio yaraví incaico, pasando por el festivo huayno hasta convertirse en cumbia o la reconocida chicha, que lanzara a la popularidad a grupos como “Néctar” “Grupo 5” “Armonía 10” “Los Karibeños” y “Explosión”. No la consideramos música de nuestra predilección, es cierto, pero no caemos en el craso error de despotricar a quienes la escuchan y tienen en el cuarto sus coloridos postres del desaparecido Jhonny Orozco o la regordeta figura de Ofelia Chávez al lado de la delgada figura de Bettina Alván, más aún el afiche auspiciado por una emisora local con aquellas forzadas sonrisas de los muchachos de “Los Karibeños” y la de mi gran amigo Esaul Suarez, ex compañero de la Escuela de Música. No, además, por formación política no podríamos estar en contra del pueblo. Pero Iquitos, señores, es más que eso, y por ahí va nuestra disconformidad.

La imagen de la Amazonía ha mejorado sustancialmente más allá de sus fronteras; antes, gracias a las instituciones encargadas de vender dicha imagen, se creía que Iquitos era una gran jungla, con fieras salvajes recorriendo la ciudad, con sus habitantes viviendo en palafitos o en casas construidas en la copa de los árboles, con Tarzán como autoridad edil y Chita encargada de las actividades culturales en un primitivo INC. Me consta porque el tiempo que viví en Trujillo no faltaba un infeliz con descabelladas preguntas:

¿cómo viven en Iquitos, ah?
¿Andan en canoa?
¿No les tienes miedo a las serpientes?
¿Has probado la coca-cola?

Los tiempos han cambiado; la tecnología y la globalización han aportado con nuevos medios de comunicación en el manejo amplio y fluido de la información, lo que permite que el ciudadano común y silvestre pueda acceder, en tiempo real, a todo aquello cuya curiosidad mata.

Ahora que tengo en mente volver después de cinco años, fácil ya no escucho preguntas infelices sobre la selva y del alcalde de mi ciudad que, claro está, supe sortear en su momento con veracidad, inteligencia y con fuertes dosis de ironía. Para el descontento de la población nacional, déjenme decirles, que nuestro burgomaestre no es Tarzán, aunque algunas decisiones tomadas nos recuerdan a Chita.
A lo mejor me pregunten en esta oportunidad:

¿Te vas a bailar a las fiestas de Explosión?
¿Y las bailarinas te las levantas fácil, verdad?
¿Oe, debes ser un juerguerazo, no?
¿Y tú no juegas en el fulbito gay?

Una pregunta más de esas y me vuelvo travesti.


 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario