martes, 31 de julio de 2007

EL VECINO DE AL LADO

Hola, ya me conoce, alguna vez habrá escuchado mi voz; mis gritos o mis risotadas, mis cantos o mis llantos... sí, soy el vecino de al lado, el chibolo como acostumbra llamarme, el hijito de mamá, el colegial y otros tantos términos que acostumbra usar cuando comenta de mí... ¿que cómo sé?...un pajarillo me cuenta...sólo eso.
Siempre quise conversar con usted, mamá me dice que es bueno conversar con personas mayores porque nos enseñan muchas cosas que no están a nuestro alcance el comprenderlas; así es mi madre, se preocupa mucho por mí, me quiere mucho, demasiado diría yo, hasta me recoge del colegio; creo que a mis 14 años ya puedo hacer algunas cosas por mi propia cuenta,¿no?, pero bueno, es la única persona que tengo, y a mi hermanito de tres años; desde que papá nos abandonó estamos mudándonos siempre, éste es el departamento número quince que ocupamos; aún recuerdo aquella casota que papá tenía con nosotros...¿qué fue de la casa?... la perdió en el juego de casino...¿Y qué pasó con él?... se perdió para siempre en el juego de casino; ahora mi mamá cose ropa, mucha ropa; hay veces que se queda dormida sobre su máquina de coser y la dejo ahí, no la despierto para nada pues cose todo el día; la semana pasada se enfermó, estuvo tres días en el seguro social; ahora la veo mejor, pero tiene que trabajar; yo en las tardes le ayudo barriendo la sala, cuidando a mi hermanito y calentando la cena. A eso de las seis escucho desde su departamento música muy chévere... a mí también me gusta queen... bacán es el Freddie Mercury.
Llegué a ver en algún momento alguno de sus cuadros, como el que está en la entrada, junto al cuarto de la administradora, la frentona Petronila; la amargada, la cobradora. A mi mamá le gusta ese cuadro, dice que cuando tenga plata le va a comprar uno parecido a ese; mi mamá tiene la misma edad que usted y me cuenta que seguían en el mismo colegio... ¡Qué loco!, y ¡qué chico que es el mundo...!
¿Puedo pasar?... Gracias. ¿Qué bonita habitación tiene usted!.. Y...vive solo.
Como le iba diciendo, mi mamá dice conocerle, pero en ese entonces usted hacía graffiti en las paredes del colegio y tenía los ojos rojos todo el día; por eso siempre dice le sacaban del colegio; yo no me porto mal, siempre me he portado bien, en este bimestre me saqué 17 en conducta; nunca voy con la camisa afuera del pantalón y no juego peloteada... es tan sucio el juego en todo sentido.
¿Puedo sentarme a su lado?... Gracias. Tiene las piernas velludas; cuando tenga su edad supongo que las tendré así... Toque las mías... ni de muestra... ja, ja, ja... no... Por ahí tengo cosquillas...
Mamá era muy buena alumna, tiene hasta ahora sus diplomas y fotos abrazando a la directora, la que tiene un enorme lunar en la frente; yo tengo tres diplomas, uno por año; espero seguir sacando mejores notas y ocupar el primer lugar a nivel de colegio para ingresar fácil a medicina.
Hace calor, ¿no?; yo también me sacaré el polo... sí, soy flaco y pálido... gracias, mi mamá me dice lo mismo de la suavidad de mi piel... sus bigotes me pican mi espalda... ja, ja, ja... ¡me dan cosquillas!; ¿me echo?... como quiera.
Me gustaría ser doctor para poder curarle a mi mamá cada vez que se enferma; así ahorramos dinero y la tendría a mi lado sana y por siempre; mi papá era veterinario, le gustaban mucho los animales, disfrutaba verlo curando a esos perros de raza que llevaban a casa; un día el señor Zagaceta llevó a una perra siberiana a punto de dar a luz; el parto fue complicado, pero al final los perritos nacieron... ¡Qué bonitos eran...!, peluchitos parecían, y uno me gustó de sobremanera, pues tenía los ojos de su madre. El señor Zagaceta me regaló ese perrito... ¡Qué bacán..!. Lo crié con mucho cariño, hasta que una tarde, por culpa de la empleada, salió por la puerta que dejó abierta, y el camión de gaseosas lo partió... sí, me da pena cada vez que me acuerdo... No, no me molesta que me abrace... me recuerda a mi papá usted... sí, me besaba en la mejilla... no, en mi boca no... Bueno, cuando era más chiquito... así, pero no tan húmedo... me siguen picando sus bigotes... ¿no se afeita usted?... cuando me crezcan me los voy a dejar, como los de Freddie Mercury.
Sigue el calor... ¿Qué me saque el pantalón?... ¿no le molesta?... está bien... ¡Qué roche...!, estoy sin calzoncillo... bueno, tiene razón, estamos entre hombres... no hay que tener vergüenza.
Desde aquella vez no he tenido más mascotas, no quería saber nada de perros, ni de gatos, por eso me regalaron mi bicicleta de carrera; tenía 10 años y estudiaba en el San Agustín; paseaba con mis amigos en la villa militar, donde vivían; nosotros vivíamos en la esquina de callao con pevas... ahí era mi casa... ¿Sabe dar masajes?, en el club donde jugaba fulbito nuestro entrenador Esaúl Miranda luego del partido y de la ducha nos daba masajes todo el cuerpo, sobretodo los glúteos, porque son los músculos que trabajan más... Así, en forma circular... no, a veces nos besaba, no sé por qué... sus bigotes otra vez...¡No, por ahí no!, es sucio por ahí... me siento extraño... como quiera, siga si quiere... si quiere... si...quiere...¿Qué hace?...¿por qué me echa cremita ahí?...¿para el dolor?... a mi no me duele... ¿qué me va a doler?...¡qué pene tan grande!...¿me lo va a meter?... no me vaya hacer doler...por favor... no...no...¡noooo!...¡Ahhhhh...!.

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Buenas... creo que me conoce...vivo en el departamento de al lado; soy Christian... 16 años...Sí... ¿Qué pase?...Gracias... Con permiso.
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EL VECINO DE AL LADO

creo que es un cuento interesante, incluso un monólogo para teatro fácil de escenificar. Sin ese grito agónico al final, cuando es penetrado por el cliente de turno, sonaría más normal, más cotidiano, más terriblemente realista. El grito le da un carácter teatral, falso, exagerado, por más que se refiera solo al dolor natural de la penetración. De otro lado, es una muestra muy realista de la prostitución homosexual masculina, adolescente, que no recuerdo haber leído en ningún lado.Una mezcla de inocencia con perversión, naturalidad con escándalo, que sin duda golpea nuestra expectación como lectores. Creo que esta línea de tu narrativa puede enriquecerse si le das un carácter mas cotidiano, como si fuera algo que se da todos los días, pues justo por esa naturalidad sonaría terriblemente monstruoso.

(Ricardo Virhuez)

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